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Día Internacional del Libro en el centro de Madrid


J. L. Gamallo. Por esta extraña coincidencia, o maravillosa conjunción planetaria o puro azar, un 22 y 23 de abril de 1616 murieron dos de los más grandes genios de la literatura europea, o simplemente los más grandes, Cervantes y Shakespeare, uno en Madrid y otra en Stratfor-upon-Avon. Aunque en puridad cronológica no es realmente así, pero daría igual para festejar un instrumento esencial en la cultura y la educación y la transmisión de los conocimientos o el puro placer como es el libro. A nivel internacional se festeja desde 1995 cuando la UNESCO proclamó esa fecha como tal. Desde 1926 por decreto de S. M. Alfonso XIII se celebraba ya la Fiesta del Libro Español, que se celebraría el 7 octubre pues se pensaba que ese era el natalicio de Cervantes. Desde 1930 se pasó al 23 de abril, día del entierro del Príncipe de los Ingenios. De esos días conmemorativos de manera oficial tal vez sea de los más simpáticos y agradecidos, y aunque ahora el negocio del libro parace que está sufriendo una crisis, como casi todos los negocios, al salir el libro a la calle y ofrecerse directamente a los viandantes resulta más fácil dejarse llevar por la tentación y adquirir alguna maravilla en papel que nos haga trasportar a algún mundo imaginario. El libro, en su formato tradicional, desde que en el siglo XV Gutenberg descubriera la imprenta, e iniciara su progresión triunfante, tiene desde hace tiempo fuertes competidores en todo lo que son medios audiovisuales. El hábito de leer cada vez se circunscribe más a una minoría, y leen más las señoras que los hombres. La juventud prácticamente está de espaldas a la cultura del libro, y lo que leen suele ser una "imposición" escolar. La aparición del libro electrónico, aunque carente del romanticismo y de la "añosidad" del libro gutenbergiano, puede ser una opción magnífica para los tiempos actuales, donde las casas no permiten acumular libros, tener una biblioteca como Dios manda, y son más baratos que los libros de siempre. Sólo es cuestión de habituarse a una nueva forma de lectura. Además en unos de esos "artilugios" se podría llevar toda la biblioteca de Alejandría, exagerando un tantito. Sea donde sea, lo importante es poder seguir leyendo, descubriendo nuevos mundos, historias palpitantes, estructuras argumentales más o menos complejas, personajes apasionantes y llenos de vida: ensayos, biografíaspoesía, novela, teatro, libros de viajes, ciencia ficción, "cómics", etc. Las posibilidades son enornes, infinitas de todo punto. Leer, leer, y aunque sean los denostados bestsellers, mejor eso que la inopia intelectual y el agrafismo colectivo y orgulloso.