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La verbena de san Lorenzo, multiculturalismo castizo en Lavapiés.
J. L. Gamallo. Se podría pensar que cuando llega el mes de Agosto Madríd se vacía de madrileños y demás población flotante, eso podría ser antaño, pero en la villa y corte siguem quedando el suficiente número de personas que llegan abarrotar diferentes sucesos que acaecen en la capital. Además durante el mes de agosto se celebran de manera consecutiva las tres verbenas madrileñas de más raigambre y tradición, San Lorenzo, San Cayetano y la Paloma, en el centro de Madrid, donde se concentra la población más variada y heterogénea.
Esto se puede ver de una manera evidente en la verbena de San Lorenzo, la primera de todas, y que tiene su lugar de ocurrencia en el barrio más multicultural de Madrid: Lavapiés. La Virgen de la Paloma sigue siendo una especie de segunda patrona de la villa, y el 15 de agosto buena parte de los madrileños que quedan se desplazan a su verbena y a su procesión, la de San Lorenzo, por su ubicación adopta unos matices algo diferentes.
En la calle Argumosa, a la sombra cúbica y vítrea del Teatro Olimpia se celebra la verbena. Ciertamente van madrileños, pero los nuevos madrileños venidos de todo el mundo, llevan sus coloridos y sus diferentes vivencias a los puestos de la verbena, que se convierte en una especie de forum omnium gentium global: bangladesíes, marroquíes, domincanos, brasileiros, cubanos, ecuatorianos, peruanos, colombianos, rumanos, ucranianos, etc.
Además es posible encontrarse con rubicundas turistas que se han atrevido a cruzar la barrera de Atocha y adentrarse en este barrio lleno de vida. Cuando cae la tarde se inicia la actividad verbenera, con puestos de comida y bebida, de la más variada, desde las tradicionales sardinas y tortilla española, chocolate, churros, hasta la nuevas especialidades como mazorcas de maíz, papas rellenas, lechones asados, y combinados del tipo mojitos, caipirinhas, daikiris, etc.
Junto con los olores que desprenden las barbacoas se mezclan los sonidos más o menos discotequeros, de variadas salsas. El tradicional organillo brilla por su ausencia. Cada comunidad aporta algo de su tierra natal. A esto hay que unir atracciones ya casi de otras épocas, como las tómbolas, los puestos de algodón y demás cachivaches.
Tentar a la suerte nos sigue atrayendo ante la posibilidad de que nos toque un secador de pelo, un palomitero, un modelo antiguo de televisión o algún otro utensilio de dudosa utilidad. Aunque pueda parecer increible cuando los niños parecen disfrutar con las nitendos y demas artilugios modernos, el puesto de tiro estaaba lleno chavales intentado dar en la diana.
Parece que hay cosas que cuesta trabajo que desaparezcan. Si se quiere conocer un aspecto poco conocido de Madrid, nada mejor que darse una vuelta por Lavapiés y disfrutar del ambiente de esta castiza verbena, que se ha adaptado a los nuevos aires que pueblan la corte.
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