El parque de la Fuente del Berro

J. L. Gamallo. Entre los variados y hermosos jardines de Madrid, el de la Fuente del Berro, es, sin duda, uno de los más evocadores y románticos, un rincón de paz y tranquilidad en medio del agitado tráfico madrileño. Sus orígenes se remontan a una de las fuentes más famosas de Madrid, a la que se atribuían virtudes milagrosas en problemas de fertilidad femenina. Por si se obraba el milagro, la reina Mariana de Neoburgo, esposa de Carlos I, bebió de sus aguas.

El parque está incluido en el catálogo de Jardínes Históricos de Madrid. En una de las entradas del parque está la fuente, aunque no corre el agua. El viajero curioso y con algo de tiempo, debería visitarlo, ya que no está muy lejos de la Puerta del Sol, enfrente de Torrespaña, el centro de RTVE conocido como el Pirulí, pues enfrente del mismo, en la prolongación de Sainz de Baranda, tiene una de sus entradas. Ubicado en el declive entre Doctor Esquerdo y la M-30, es posible disfrutar de un hermoso jardín inglés, con suaves laderas y agradables desniveles, que aumentan su atractivo.

En la parte superior hay un palacete de estilo sevillano, que aloja un centro cultural y un restaurante con terraza, que en verano es un sitio maravilloso para soportar la canícula madrileña. Alrededor del palacete hay parejas de pavos reales. Tamben hay un estanque con patos, y una cascada. A diferencia de otros parques, como El Retiro o el del Oeste, sólo tiene tres monumentos, dedicados a los poetas románticos Bécquer y Pushkin, y el violinista Enrique Iniesta. Cualquier época es buena para visitarlo, pero es sin duda el otoño cuando alcanza su mayor esplendor. El amante de las especies botánicas es el que puede disfrutar en gran manera, pues hay extraordinarios ejemplares de cedros, plátanos de sombra, palmera, hayas, etc.

Además este bello jardín cuenta con dos ejemplares extraordinarios, incluidos en el Catálogo de especies Excepcionales del Ayuntamiento de Madrid, un  secuoya gigantesco, y un ginkgo biloba, que en otoño alcanza su máxima belleza. Contemplar su inmenso follaje amarillento es difícilmente descriptible, como si miles de mariposas se hubieran posado en sus enormes ramas. El árbol transmite el inmenso halo de la energía de la naturaleza, es irresistible la tentación de abrazarse a su tronco centenario.
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