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Real Jardin Botanico de Madrid
J. L. Gamallo. La deuda que tiene contraida la villa de Madrid con el rey Carlos III difícilmente puede ser valorada. Varios de los iconos más famosos de Madrid, afanosamente buscados por los turistas para llevarse un recuerdo de su visita a Madrid se deben a su inciativa. Los monumentos estelares debidos a su iniciativa fueron la majestuosa Puerta de Alcalá, especie de arco romano con cinco puertas y que abría el camino hacía Alcalá de Henares, y de manera especial del Museo del Prado, en su momento pensado como Gabinete de Ciencias Naturales, el principal elemento de lo que se denominaba el Salón del Prado (con el tiempo habría de constituir el principal eje viario de la villa y corte), coronado el conjunto por una serie de fuentes de tema mitológico, tan del gusto de la Ilustración, consagradas a Cibeles, Neptuno y Apolo.
Pero en el Salón del Prado, el rey Carlos III, como complemento al Gabinete de Ciencias Naturales, preveyó la construcción de un Jardín Botánico, una de sus aportaciones menos conocidas pero de las más interesantes y bellas. En 1774 se iniciaron los trabajos, siendo responsables de los mismos dos de sus arquitectos favoritos, Sabatini y Villanueva y en 1781 pudo ser abierto.
Aparte de las plantas europeas se realizaron expdiciones , como la dirigida por Malaspina por Sudamérica para traer especies exóticas. Lógicamente la ajetreada historia de España durante los siglos XIX y XX hizo mella en las colecciones del Jardín. En la actualidad está a cargo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Desde luego para los interesados en la botánica y en especies singulares de plantas y árboles disfrutará de manera especial. Los que deseen pasear por un jardín singular singularmente hermoso con grandes sombras, cuidados parterres, las familias botánicas ordenadas cuidadadosamente, también puede pasar una mañana o una tarde muy agradable.
La entrada se hace desde la plaza de Murillo, justo enfrente de una de las puertas del Museo del Prado, por una puerta adintelada, que da acceso al paseo central, flanqueado por una serie de terrazas donde se ordenan las distintas especies y escuelas botánicas. Uno de los lugares más bellos es la zona del estanque delante del Pabellón Villanueva con el monumento a Linneo, rodeado de palmeras canarias.
El Jardín cuenta con un herbarium con cerca de un millón de especímenes. Hay también un invernadero que reproducen hábitats desérticos y tropicales. Una de las últimas donaciones la realizó el expresidente del gobierno D. Felipe González, que donó su magnífica colección de bonsais, algo que faltaba al Real Jardín Botánico, hueco que ha sido llenado con suficiencia.
Desde luego las mejores épocas para visitarlo son le primavera y, especialmente, la estación otoñal en la que entramos, cuando sus espléndidos castaños de Indias, robles, hayas, etc., empiezan a cambiar la hoja. Una visita difícilmnete olvidable.
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