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Pequeña excursión a Yepes (Toledo)
J. L. Gamallo. La situación estratégica de Madrid, en el centro de la Península, permite realizar excursiones a lugares próximos de gran interés histórico, artístico, cultural, paisajístico, etc. A más o menos una hora de coche hay tres ciudades de visita obligatorio para cualquier viajero que esté en Madrid, Segovia, Ávila y Toledo, especialmente ésta última, aunque un día es demasiado poco para poder visitar el pavoroso patrimonio artístico de la ciudad imperial. Pero la provincia de Toledo no sólo tiene como joya preclara a su capital, sino que tiene otros muchos pueblos que guarda maravillas poco conocidas, como el el caso de la localidad de Yepes, a una hora de coche por la carretera de Andalucía, en las proximidades de la villa histórica de Ocaña.
Villa importante en otras épocas, de su pasado quedan algunos restos, como varias puertas del recinto amurallado con el que contó, el rollo o picota, que recuerda que tenía juridicción para juzgar a los delicuentes.
Pero lo que merece el desplazamiento a Yepes se encuentra en el centro del pueblo, en el conjunto formado para su Plaza Mayor (de curioso diseño casi triangular) y la magnífica igleisa parroquial de San Benito Abad, lo que le ha valido a Yepes el calificativo del pequeño Toledo, o el Toledo de la comarca de La Sagra. Este conjunto monumento data del siglo XVI.
En los lados mayores de la plaza se situaron el Palacio Arzobispal (recovertido en el siglo XVIII en viviendas) y la iglesia, y en la base el Ayuntamiento. La plaza, como la de otras villas castellanas, fue el centro de la vida y los festejos municipales. Desde luego la entrada a la Plaza impresiona favorablemente, al fondo la Casa Consistorial, a la izquierda la parte porticada de la plaza, el "Edifico de las Buhardillas", y la derecha la majestuosa mole de la Iglesia, obra de Alonso de Covarrubias, que trabajó en la catedral de Toledo.
La iglesia de San Andrés es el monumento más importante de Yepes, conocido como "La catedral de la Mancha" construido a instancias del famoso arzobispo Fonseca, que fue casi el sucesor del cardenal Cisneros en el Primado de España.
Las obras dieron comienzo en 1534, usándose una bella piedra caliza blanca de Colmenar, bajo la dirección del arquitecto Alonso de Covarrubias, oriundo de Torrijos, y maestro mayor de la Catedral de Toledo. En esta iglesia el gran arquitecto toledano supo fusionar de manera perfecta los últimos momentos del gótico, con los nuevos gustos del renacimiento, tanto del plateresco y del herreriano. De todas formas las obras duraron más de un siglo.
Así el exterior está prácticamente desnudo en la ornamentación, que se reserva para las puertas, la de San Benito o sur, con una florida decoración, y la puerta de los Ángeles u occidental, al lado de la esbelta y alta torre de más de 60 m que se enseñorea sobre la localidad. Aunque fuera de los horarios de misa, el templo suele estar cerrado, no resulta difícil encontrar al señor cura, que muy amablemente abrirá y mostrará la iglesia.
En el interior sobrecoge al visitante por sus dimensiones y amplitudes catedralicias. Se combinan de manera asombrosa los pilares y nervaduras góticas de las bóvedas de sus tres naves, con los elementos decorativos renacentistas.
Durante los primeros momentos de la Guerra Civil el interior fue saquedo y destruido salvajemente, salvándose las pinturas del retablo de la Capilla Mayor con escenas de la vida de Cristo, pintadas por el alumno del Greco, Luis Tristán, ya que no se le prendió fuego, sino que con cuerdas se le desprendió de la pared, y cayó al suelo, las pinturas se libraron de las destrucción, pero no el retablo, que pudo ser reconstruido después de la guerra gracias a la documentación gráfica existente.
El retablo es una obra portentosa en sí misma, a lo que hay que unir la serie de pinturas de Tristán, de todas ellas es especialmente memorable La Adoración de los Pastores. El resto de las capillas de los laterales son interesantes, pero es preciso ver la del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, que es como otra iglesia adherida, a la que se accede desde el exterior, o por el interior, desde la antigua puerta oriental o del Álamo, construyendose una magnífica portada barroca.
A los que nos gusta el barroco disfrutaremos con esta espléndida obra, de una sola nava y cabecera polilobulada. La bóveda es de cañón y coronada por una impresionante cúpula sobre pechinas. En la cabecera había un esplendido templete-altar, de madera tallada y estofada, que desapareció durante la guerra, aunque pudo ser reconstruido el original, y allí se veneran el misterio eucarístico de la Santa Reliquia de la Sangre de Cristo y la imagen del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, que sale en procesión el 8 de septiembre.
Si aún quedan ganas se pueda dar un pequeño paseo y visitar la ermita de la Concepción y el exterior del convento de las Carmelitas. Por último reponer fuerzas en alguno de los mesones de la plaza.
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