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Jesús de Medinaceli. Primer viernes de Marzo en Madrid
J. L. Gamallo. En estos tiempos de belicosa desacralización de todos los ámbitos, donde el hecho religioso se mira con mucha suspicacia desde muchos ámbitos, de relativismo y de poner casi todas las cosas a un mismo nivel cuando no de abierta beligerancia, en Madrid, el primer viernes de Marzo, miles, cientos de miles de madrileño se congregan para venerar a la extraordinaria imagen de Jesús de Medinaceli.
Durante muchas horas, algunos hasta días,
aguardan pacientemente en una interminable cola, soportando frío y lluvia, si
fuera necesario, para poder besar a Jesús. Por supuesto que no sólo hay gente
de Madrid, pues existen cofradías de Jesús de Medinaceli por toda España e
Hispanoamérica, y se organizan peregrinaciones para venir a la Real Basílica de
Jesús de Medinaceli en ese día tan especial y genuino. Los orígenes de la
talla, perteneciente a la escuela Sevilla, acaso la escuela de Juan de Mena,
están envueltos, como debe de ser en la leyenda. Parece que fue encargada por
el duque de Medinaceli, y llevada a África para el culto de los soldados españoles.
Los moros se llegaron a apoderar de la imagen que fue vejada por las calles de
Mequinez.
Fue rescatada por los trinitarios el viernes de Cuaresma de 1682, que
coincidía con el primer viernes del mes de marzo, que la trajeron de vuelta a
Madrid, y a partir de ese momento se inició la costumbre de venerarla los
viernes de cada mes, y de manera especial cada primer viernes de Marzo. Pero no
sólo la gente del común se acerca a la Basílica, sino que desde el siglo XVII
algún miembro de la Familia Real, incluyendo al mismísimo monarca, se acerca
para besar el pie derecho de Jesús.
El año pasado fue el Rey, y este lo fue la infanta Doña Elena. Su presencia siempre es acogida con muestras de alegría y afecto por la gente que está allí congregada. Este año, debido a la crisis, la presencia de devotos ha desbordado todas las previsiones. Cuando la situación está como ahora, la única solución, a veces, es volver los ojos al cielo e implorar la ayuda de Dios. Nuestro Padre Jesús de Medinaceli seguro que no nos defraudará.
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