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El domingo por la mañana a El Rastro.
J. L. Gamallo. Las posibilidades que ofrece Madrid un domingo por la mañana son, ciertamente, variadas y numerosas, para todos los gustos. Desde visitar sus excepcionales museos, pasear por sus parques y jardines, admirar alguno de sus monumentos, recorrer sus calles y avenidas, ir de tapas y cañas, etc. Pero estando en Madrid un domingo resulta casi ineludible proponer una visita al Rastro, esa especie de universidad en la calle que se monta domingos y festivos por la mañana en la Ribera de Curtidores y calles aledañas.
Los visitantes que se alojen en nuestro hostal en poco menos de 10 minutos andando estarán en el inicio de El Rastro, y se darán cuenta del como empieza a aumentar el volumen de gente, según se aproximen al mejor lugar para acceder al mercado, por la plaza de Cascorro, donde se eleva orgullosa la estatua de Eloy Gonzalo, héroe madrileño de la guerra de Cuba.
Para el que no lo sepa, conviene explicar acaso que es El Rastro, pues el nombre no tiene en sí mucho que ver, es lo que inglés se conoce como flea market y en fránces marché aux puces. En sus orígenes el Rastro era un mercado de objetos usados en el que cualquiera podía poner en el suelo los objetos de los que se quería desprender, en un mundo variopinto y singular, junto con tiendas donde se vendían antigüedades auténticas.
Era un mercado sin reglamentos y ordenanzas. Pero con el tiempo, y sobre todo a finales del siglo XX las cosas empezaron a cambiar en el Rastro, y el Ayuntamiento empezó a introducir determinadas medidas que impiden a quien quiera ponerse a vender. Todos los puestos tienen su lugar asignados y debe de figurar el nombre y la foto del responsable del puesto, y por el espacio ocupado hay que pagar una gabela municipal.
El aire de improvisación que tenía El Rastro ha desaparecido, y salvo los sitios que venden antiguedades, en los puestos se ofrece una gran variedad de objetos, desde los de fabricación industrial, a otros de artesanía. Así es posible proveerse de un sin fin de cosas, ropa interior, abanicos, bolsos, maletas, jaulas, gafas, cuberterías, pantalones, pilas, móviles, fundas de móviles, juguetes, platos, paelleras, cerámica tradicional española, libros, dvds, cds, souvenires de Madrid, etc., etc., etc.
Es casi imposible realizar una enumeración de todo lo que se abre ante nuestros ojos. Tampoco es necesario comprar nada, simplemente ir sin prisas y mirando curiosamente el pequeño universo de esta zona de Madrid. Como ciertamente recorrer todo el Rastro en un domingo no es posible. Lo mejor es bajar por la Ribera de Curtidores desde Cascorro; hacer una parada en las gradas que hay al lado del edifico de la Junta Municipal, desde donde hay una buena perspectiva de la Ribera de Curtidores.
Siguiendo el fluir del público, casi al final de la calle, la izquierda están las galerías Piquer, un bello patio lleno de tiendas de antigüedades. La entrada se reconoce fácilmente por la alta torre por la que se accede. Después de ver todo tipo de bellos objetos de otros siglos, retomamos la Ribera, y se toma la primera calle a la derecha, la de Mira el Sol, para desembocar en la plaza del Campillo de un Mundo Nuevo, donde abundan los puestos de libros, carteles antiguos, dvds, cambio de cromos.
Desde aquí lo mejor es tomar la calle Carlos Arniches en dirección a la plaza de Vara de Rey El bar los Extemeños es un buen sitio para tomarse una tosta de pulpo, jamón, gulas, etc. En esta calle hay también puestos de antigüedades y muebles, así como objetos dispares. En la plaza de Vara de Rey los gitanos son los "amos", la mayoría de los puestos son suyos, donde venden ropa de "marca" y de no marca, zapatos, ropa interior femenina, perfumes supuestos, etc. Desde aquí ya se puede salir a la calle Toledo y a la Latina y volver a tomar alguna caña con apertivos en alguno de los múltiples bares y tascas que nos encontraremos en nuestro paseo por la zona.
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