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Domingo Boccanegra en el Teatro Real de Madrid
J. L. Gamallo.- En la madrileña calle de Ibiza, muy cerca del Retiro, en una de las fachadas hay placa que suele pasar desapercibida, la cual recuerda que en 1941 allí nació uno de los más grandes artistas que vio el cielo de Madrid: Plácido Domingo, inconmensurable músico que ha roto todas las barreras. Artista polífacético donde los haya, ha tocado casi todos lo palos, además de ser un cantante sublime, director, productor, compositor, concertador, un poco torero, "futbolista", seguidor de la selección española, etc. A paseado el nombre de España por todo el mundo. A difrencia de Alfredo Kraus, que se especializó en media docena de papeles, Plácido prácticamente ha cantado, y casi siempre bien, todos los roles del tenor italiano, siendo el Cavadorossi, el Manrico, el Otello, el Rodolfo, etc., de referencia. Cuando se le acabaron los personajes de la ópera italiana, hizo algo que pocos tenores de repertorio italiano han podido hacer, se atrevió con los papeles de la gran ópera wagneriana: Lohengrin, Tannhäuser, Sigmund, Parsifal, y como colofón el Tristán. Llegando a cantar en el Festival de Bayreuth. El disco y el DVD han dejado sobrado testimonio de todas estas interpretaciones que entran ya en la leyenda. Domingo nunca ha olvidado a Madrid, y aquí vuelve todos los veranos, cantando ópera cuando se hacía en La Zarzuela, o protagonizando espectáculos de masas, como su Otelo de 1985 en el Vicente Calderón, o el concierto de zarzuela dado en la Universidad Complutense, en presencia de Federico Moreno Torroba. Dando pruebas de su versatilidad, el año pasado cantó el Tamerlano hendeliano, y hace unos días conoció uno de las mayores éxitos de su carrera, cantando el rol protagónico de Simón Boccanegra, lo que suponía su debut escénico como barítono. En una de las funciones, se puso una gran pantalla para que todos los madrileños que lo deseasen pudieran admirar a su paisano en esta tenebrosa ópera verdiana, basada en una obra tetral española. La apoteosis fue absoluta, saliendo a saludar al balcón de la Plaza de Oriente, al que acompañó S. M. la Reina. Esperemos que Madrid y el gobierno le reconozcan de manera oficial los grandes méritos contraidos con su ciudad y España.
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