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Cornelis Zitman y su escultura sensual en el Cuartel del Conde-Duque
J. L. Gamallo. Uno de los edificios más impresionantes y, tal vez, menos conocidos de Madrid es el Cuartel de los Guardias de Corps, más conocido com odel Conde-Duque, que se eleva detrás del Palacio de Liria. Junto con el Hospicio de San Fernando y el puente de Toledo, conforma la trilogía de obras maestras del gran arquitecto madrileño Pedro de Ribera (1681-1742), alumno de Churriguera y Ardemans. Se puede decir que el que definió un tipo específico de barroco castizo, que alcanza su máxima expresión en las fulgurantes portadas de sus obras civiles u oficiales. Aunque all rey Felipe V le atraía más el estilo francés, contó con el apoyo del regidor de la villa, el marqués de Vadillo, y de Armans, a quien sucedió como Maestro Mayor de las obras y fuentes de Madrid. Como una muestra del cambio que se había producido en la capital con la llegada de la nueva dinastía, fue la orden de Felipe V para construir un gran cuartel para la que habría de ser la principal unidad para la custodia de la Reales Personas: la Reales Guardias de Corps, a imagen de la unidad que tenía su abuelo Luis XIV en Versalles.
Para el alojamiento de tan distinguidos soldados Ribera diseñó una gran edificio rectangular, con un impresionante patio central, y otros dos más pequeños, imprescindible para los diferentes actos de la jornada diaria de los Guardias.
Dadas las características del edificio, la ornamentación se concentró en la espléndida portada, que se alza altiva y majestuosa, de grandes proporciones. En la parte superior es donde hay una mayor riqueza decorativa, con un soberbio escudo de Felipe V, rodeado por el Toisón de Oro, y debajo, protegido por un saliente a modo de frontón, se extiende el vellcino jasoniano con el nombre del monarca reinante, rodeado por flámulas y banderolas.
El Cuartel tuvo actividad militar hasta 1969 (una de las unidades más famosa que se alojaron fue la Guardia Mora). Fue cedido al Ayuntamiento de Madrid (que en corrió en el siglo XVIII con los gastos de construcción y mantenimiento), que acometió una larguísima obra de restauración y consolidación para reconvertirlo en Centro Cultural, que ha empieza a dar sus frutos.
En el presente año se han abierto buena parte de sus instalaciones, que comprende un Auditorio, sede de buena parte de los Veranos de la Villa, la Colección de Arte moderno municipal y una excepcional sala de exposiciones, que se ha inagurado con una muestra escultórica del holandés Cornelis Zitman, que nadie debería perderse.
Aunque es oriundo de los Países Bajos, en los años cincuenta emigró a Venezuela, lo que ha marcado su estilo. En la muestra se puede ver su evolución, desde la abstracción y temática social, como los grupos de emigrantes, hasta la obra realizada en Venezuela, donde la influencia criolla e indígena es patente.
Zitman recrea el estilo clásico de las Afroditas Kalipigias en unas sensuales Venus étnicas, de formas rotundas y posturas insospechadas, que indolentes se muestran al visitante. El virtuosismo técnico apabulla, y las superficies parece brillar al sol del Caribe.
La mujer es el objeto de la principal atención, ya sea como madre, obrera, etc. Son especialemente conmovedoras las madres con sus hijos, bien en su regazo o llevándolos de paseo en su cochecito.
Conviene no perderse la Venus Kalipigia tocada con un sombrero,o la "Venus" indígena que se mece indolente en una hamaca, o la gigantesca Venus indígena en mármol blanco, especie de giganta erótica. Hay también varios bustos y cascos que demuestran su gran conocimiento de la estaruaria romana y helénica. Hay alguna obra más ancedótica, pero que refleja su visión de la vida venezolana, como la del torerito.
La exposición es una buena excusa para acercarse al histórico edificio y recorrer sus instalaciones. Nadie quedará defraudado.
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