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Un extraordinario Belén Napolitano en la Plaza de Cibeles
J. L. Gamallo. A pesar los relativamente escasos datos que conocemos de la vida de Cristo, casi circunscritos con detalle a los de su pasión, muerte y resurreción, y de manera más difusa a los de su nacimiento e infancia, su importancia en la Historia de la Humanidad es incomparable con la de cualquier otro "mesías" o "creencia", y si nos movemos a la historia del Arte son ingentes la cantidad de obras de arte en cualquier campo realizadas para realzar su nombre o algún elemento determinado de su paso por la tierra. El felicísimo acontecimiento de su gozosa Natividad en la remota Palestina, durante el reinado de Augusto, ha inspirado a los mayores artistas de todas las épocas para reflejar ya sea con la pluma, el pincel o los pentagramas suceso tan extraordinario.
De manera más anónima también el pueblo ha querido manifestar su sentir por el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, y la más acabada muestra es el Belén o Nacimiento, donde de manera casi siempre ahistórica, se reunen los principales momento de su venida al mundo: la Anunciación a la Virgen, la búsqueda de la posada, el nacimiento, la adoración de los pastores, la llegada de los Reyes Magos, el rey Herodes, la matanza de los inocentes, la huida a Egipto. Así, el comienzo del Evangelio tomaba vida y el pueblo podía seguir aquellos acontecimientos.
A España la tradición belenística la importó Carlos III, cuando se convirtió en Rey de España, y esa tradición, a pesar de ciertos elementos que intentar descristianizar estas fiestas sacándose unos festejos de invierto de carácter pagano, sigue perdurando y no tiene visos de desaparecer, gracias a Dios. En pleno de centro de Madrid, en el Palacio de Cibeles, gracias a unos coleccionistas madrileños que tienen el mejor Belén napolitano de España, durante dos meses visitantes y madrileños, podrán disfrutar de esta maravillosa obra de arte y fe, en todos los sentidos.
Cientos de figuras ataviadas a la usanza del siglo XVIII desfilan antes nuestros ojos en sus quehaceres cotidianos y su vida diaria, comprando, comiendo, bebiendo, paseando, etc. Con las ropas del momentos, reflejándose de manera perfecta los diferentes status sociales, como esa sañora que va en una extraordinaria silla de manos. El belén alcanza su apogeo cuando se llega a la comitiva de los Reyes Mayos, con todo tipo de lujos y riquezas, amenizados en su viaje por una banda de jenízaros, con unos instrumentos similares a los que puedo usar Mozart en su Rapto en el serralo para pintar la música turca. La explosión de máxima belleza produce cuando se llega al portal que se ha convertido en una exedra clásica de altísima columnas, donde flotan toda una corte celestial de ángeles arcángeles, querubines, serafines, tronos y potestades.
La Sagrada Familia, con barroquísimo atuendo, recibe la adoración de todos los napolitanos, y en el presente, madrileños y turistas, que nos acercamos con nuestras familias a continuar ese vínculo que se forjó hace unos 2000 años en la atribulada Palestina.
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