Morante de la Puebla, toreo musical en Vistalegre

J. L. Gamallo. La mayoría de los visitantes de Madrid, e incluso los mismos madrileños, piensan que la capital del Reino de España sólo tiene una plaza de toro, mundialmente famosa, la de Las Ventas del Espíritu Santo, donde durante el mes de mayo se celebra la prestigiosa feria taurina de San Isidro. Pero en el barrio de Carabanchel, otro pueblo en las cercanías de Madrid, hay un popular y castizo coso taurino, el de Vistalegre. En un archiconocido duo de la zarzuela "La verbena de la Paloma", la coqueta Susana, para darle celos al pobre Julían, le dice que si irá con el rijoso don Hilarión a "los toros de Carabanchel".

La época dorada de esta plaza ocurrió durante la segunda mitad del siglo XX, y pertenecía a la dinastía taurina de los Dominguín. Era el sitio donde los novilleros se daban a conocer, e incluso algunas de las primeras figuras del toreo. A partir de los años 80 el venerable coso fue viniendo en ruina, y en 1995 fue derruido. Afortunadamente un nuevo edificio sustituyó al antiguo, que fue inagurado en e 2000, con una corrida en la que participó Curro Romero. La nueva Plaza es una construcción polifuncional, pues alberga unos grandes almacenes, y en su ruedo, aparte de corridas, es posible celebrar otros espectáculos, como conciertos de pop y rock, partidos de baloncesto, etc.

La plaza, cubierta, permite una visibilidad magnífica, así como celebrar festejos en el invierno, antes de que empiece la temporada en Las Ventas. Así ya el año pasado se celebró la I Feria de Invierno, y ayer concluyó la II Feria, donde toreraron Juan Mora, Morante de la Puebla y El Cid, 6 toros de Núñez del Cuvillo, más el sobrero que lo solicitó Juan Mora. Los toros dejaron mucho que desear, pero el 5º y, sobre todo, el 6º, dieron un juego extraordinario, y el último de El Cid fue premiado con la vuelta al ruedo. Siempre que torea Morante hay una expectación enorme, y llegan aficionados de toda España y del extranjero (estaba el Club Taurino of London) y si no tuvo suerte con el primero de su lote, pero en el segundo, de nombre ¡Asesino¡ cuajó una faena de las que hace historia.

Sereno, tranquilo y pausado, elegante como si cantara el Esmillo bizetiano, Morante se enfrentó a su oponente, cadencioso, sorteando al toro, como un moderno héroe olímpico. Bellas filigranas y adornos insuperables con la muleta burlaban a Asesino. El publico estaba suspendido por la emoción, los naturales llevaban la firma del genio. Hasta algunas mujeres se les caían las lágrimas atónitas ante esa representación mágico de un rito telúrico. Dos orejas premiaron tan soberbia faena, y durante la vuelta al ruedo el respetable le premió como sólo se hace con los grandes. Salida apoteósica por la Puerta Grande.