Plagas madrileñas: termitas y palomas

J. L. Gamallo. Entre los muchos momentos destacados y populares del Antiguo Testamento, el de las diez plagas de Egipto es, sin duda, uno de los más conocidos. Fueron enviadas por Yahvé para doblegar el pétreo corazón del faraón para que permitiera salir de Egipto a los israelitas. Muchas de ellas parecen haber sido fenómenos más o menos naturales, aunque de gran intensidad. La plaga de langosta, por ejemplo, sigue apareciendo periódicamente por África, dejando un rastro de destrucción y hambre. Nuestra ciudad tampoco se ve libre de vez en cuando de algún tipo de plaga, no comparables con la bíblicas, evidentemente. Una de ellas está formada por las palomas que se han multiplicado de manera imparable, y constituyen un grave peligro por ser transmisoras de enfermedades, y por el daño que ocasionan sus deyecciones a los edificios y monumentos madrileños. Las palomas proliferan de manera especial por el Madrid antiguo, pues los muchos turistas no pueden evitar darles de comer y hacerse fotos con ellas. En la Puerta del Sol y en la Plaza Mayor hay miriadas de las mismas. A los palomas se han unido ahora las termitas, que en la primavera es cuando pueden presentar mayores problemas éstos insectos xilófagos, sobre todo en las edificaciones del Madrid antiguo donde la madera era uno de los principales medios constructivos, y el alimentos favorito de las termitas. Una empresa de control de plaga ha advertido de los peligros de su presencia y la manera de conbatirlas. La aparición de enjambres de termitas está asociada a las altas temperaturas, la humedad y determinadas horas del día.