Paseo por las fuentes de la Castellana

J. L. Gamallo. De todos los imperios de la Antigüedad ninguno alcanzó la perfección estructural y organizativa que el Romano, incluyendo aspectos que ahora parecerían muy modernos como es el de la distrbución y uso industrial y lúdico del agua. Frontino escribió largamente sobre estos aspectos. Para llevar el agua a las ciudades crearon esas impresionantes construcciones que son los acueductos, y para aliviar la vida de sus ciudadanos las termas, la fuentes y los ninfeos, fuentes ornamentales que embellecían lugares clave como los foros. Con las invsiones bárbaras y durante la Edad Media buena de todo el entramado imperial de las aguas desapareció por diversos motivos. Habría que esperar hasta el Renacimiento y el Barraco para que las ciudades europeas vieran llenar de nuevos sus calles y plazas con fuentes ornamentales. Príncipes y mecenas se percataron rápidamente del papel como elemento representativo de su poder que otorgaban las fuentes ornamentales.

La Roma barroca simboliza perfectamente como ejemplo el nivel de las fuentes como elemento visual del poder pontificio, y la fontana de Trevi es su paradigma. La inclusión de estos elementos constructivos en la vidad madrileña habría de esperar por lo menos hasta el siglo XVIII, cuando Carlos III deseo de contar con una capital que pudiera competir en esplendor y grandeza con las de sus colegas, emprendió un ambicioso programa constructivo, cuyo eje sería el salón del Prado, donde se levantaron los principales edificios, principalmente el actual Museo del Prado y una serie de fuentes de inspiración mitológica.

Es paseo que marcaba el límite del Madrid de la época ha dado origen a la principal vía de Madrid, que lo atraviesa de norte a sur, desde la Plaza de Castilla hasta el río Manzanares, en las glorietas de Cádiz y Legazpi, y que según los tramos recibe denominaciones diversas: Delicias, Prado, Recoletos y Castellana. Esta gran calle fue concluida después de la guerra civil, y en las principales encrucijadas se han ido erigiendo diferentes fuentes, que han complementado las ordenadas por la majestad de Carlos III.

Desde luego una calle tan dilatada conviene recorrerla si se carece de tiempo suficiente en coche o alguno de los autobuses que la recorren en su integridad. Se iniciaría el paseo por el sur, al otro lado del río Manzanares, en la glorieta de Cádiz, de donde sale la carretera de Andalucía.

En esta plaza, y en su gemela al otro lado del río, se ha aprovechado el conjunto escultórico que adornaba el ático del Ministerio de Agricultura en la glorieta de Carlos V obra de Agustín Querol, la Gloria de la Agricultura flanqueda por sendos pegasos.

En la glorieta de Cádiz se ha ubicado a la Gloria de la Agricultura en Legazpi a los bellos pegasos. Desgraciadamente la fuente de Legazpi tuvo que ser desmontada durante las obras del Metro, y de momentos sólo hay uno de ellos en la misma, pero "empaquetado", el otro se guarda hasta que se acaben las obras en unos almacenes municipales de la vecina calle Ancora, donde sobresale de la tapia. En la siguiente glorieta, la de la santa madrileña, Beata Mariana de Jesús aparece siguiente fuente, donde se combinan cedros con diversos juegos de aguas, en forma de paraguas.

Ahora habría que seguir todo el Paseo de las Delicias, pero en dos plazas próximas hay sendas fuentes que merece conocer. Así tomando a la izquierda la calle Guillermo de Osma se llega a la plaza que da acceso a la Casa del Reloj y al complejo cultural de El Matadero, que tiene forma de navío varado. Ahora hay que tomar Jaime el Conquistador para salir a Embajadores y llegar a la glorieta de Santa María de la Cabeza, con una curiosa fuente en forma de sección de cono inclinado.

Tomando la calle Ferrocarril desembocamos nuevamente en el paseo de las Delicias, y se llega a uno de los lugares más hermosos de Madrid, la glorieta del emperador Carlos V, donde se pueden admirar alguno de los monumentos más conocidos de Madrid,como la estación de Atocha, el Museo Reina Sofía y el actual ministerio de Fomento. En el centro se ha levantado una réplica en bronce de la fuente de la Alcachofa, ubicada junto el estanque del Retiro. A partir de aquí se inicia el Salón del Prado, la gran realización urbanística del rey Carlos III para la capital de su reino, que rivalizaría con las de sus colegas europeos, un gran paseo central arbolado, ornado con diversas fuentes, amén de Real Jardín Botánico, y la joya del arte madrileño el Museo de Pinturas, concluido en época de su nieto Fernando VII, obra maestra del neoclasicismo español, debida al gran Juan de Villanueva. En el paseo central, frente al actual ministerio de Sanidad, antes de llegar a las fuentes del plan de Carlos III, está el monumento-fuente al gran escritor Eugenio D'ors, inaugurado en 1963, que fue proyectado por el propio hijo, Víctor d'Ors.

La primera gran fuente que se encuentra el viajero es la del dios Neptuno, respondiendo a la iconografía clásica, armado de un tridente, y subido a un carro tirado por dos hipocampos y ordeado por diversos seres marinos; diseñada por  Ventura Rodríguez, fue realizada por Juan Pascual de Mena en mármol toledano (1784); la plaza actualmente se llama Cánovas del Castillo, en honor del gran político decimonónica artífice de la Restauración y víctima mortal de un atentado terrorista). En esta fuente celebra el Atlético de Madrid sus exiguos éxitos futbolísticos. El dios póntico está muy bien escoltado por los Museos de El Prado y el Thyssen, y los hoteles Ritz y Palace, y muy cerquita el monasterio de los Jerónimos y el Palacio de las Cortes.

En el centro del Paseo se levanta la fuente de Apolo, también conocida como las de las cuatro edades, por las cuatro estatuas a los pies del dios délfico, que reflejan el paso del tiempo. El conjunto se debió a Manuel Álvarez, el Griego, y Alfonso Giraldo, que terminó la escultura de Apolo en 1802.

El paseo concluía con uno de los iconos de Madrid, la fuente de la estatua sedente de la diosa frigia Cibeles, obra de Francisco Gutiérrez, que va sobre un carro tirado por los leones Hipómenes y Atalanta, debidos a Roberto Michel. Aparte de sus intrínsecas cualidades estéticas y artísticas, que la han hecho mundialmente famosa, y objeto favorito de las cámaras fotográficas de los turistas, es conocida de manera universal por ser el lugar donde el gran equipo de la villa y corte, el Real Madrid festeja con sus seguidores y admiradores sus contínudos triunfos españoles y europeos en esta fuente. La televisión ha hecho familiar esta imagen en todos los hogares del mundo. A la divinidad asiática rodean varios edificos significativos de Madrid, como el Banco de España, el palacio de Buenvista (actual Cuartel General del Ejército), el palacio de Linares (Casa de América), y el Palacio de Cibeles, antigua sede de Correos, y actual sede representativa del Ayuntamiento de Madrid.

A partir del siglo XIX el paseo del Prado siguió avanzando hacia el norte, covirtiéndose en el actual e importante eje norte-sur de la capital española. El siguiente tramo es el paseo de Recoletos, así llamado por el convento de agustinos recoletos que había, y que llega hasta la plaza de Colón, que ha sido objeto de diversas modificaciones. Unas grandes fuentes que se levantaron a fines de los años 70, llevaron la estatua del descubridor a una de las esquinas de los actuales jardines del Descubrimiento. Hace un par de años se desmontaron las fuentes y el gran navegantes volvió al centro de la plaza, rodeado por una gran lámina de agua.

Después de Colón se inicia el paseo de la Castellana, así denominado por concidir su trazado por el Arroyo de la fuente Castellana, que llegaba hasta la plaza de Castilla, aunque ya la ha sobrepasado, siendo una de las entradas de Madrid de mayor prestancia.

En esta distinguida y significativa vía matritense también hay alguna fuente de prestancia, como la de la plaza de San Juan de la Cruz. En uno de los laterales se levanta en un pequeño estanque, flanqueado por surtidores, el monumento ecuestre a la gran reina Isabel la Católica.

Siguiendo por el lateral conviene subir por Joaquín Costa, y llegara a la cercana plaza de República Argentina y disfrutar de la fuente de los delfines, donde estos simpáticos animales parecen cobrar vida con sus saltos y cabriolas.

Desandando el camino, se vuelve a la paseo y continuar hasta la Plaza de Castilla, donde a fines del siglo XX, durante la alcaldia de Álvarez del Manzano, se levantaría la última de las fuentes, después de la construcción del paso subterráneo, consistente en un gran estanque circurlar, del que se elevaba un prodigioso surtidor. Fue sustiuida por el denominado obelisco de Calatrava, inaugurado en 2009. Ciertamente hay muchas más fuentes notables y destacadas en la villa y corte, pero un recorrido por la gran arteria que atraviesa Madrid permite disfrutar de alguna de las significativas e importantes.