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La verbena de la Paloma, esencia castiza de Madrid
J. L. Gamallo. En 1894 en el teatro Apolo de Madrid, sede del genero chico, se estrana el sainete La verbena de la Paloma, con libreto de García de la Vega y música del eminente músico salmantino Tomás Bretón. No deja de ser paradójico que este gran artista, autor de grandes óperas (como Los amantes de Teruel y La Dolores), obras sínfónicas y de cámara, se mantenga en la memoria artística por una, en principio modesta obrita, zarzuela en un acto, un sainete lírico, que transcurre en Madrid durante la tarde del 15 de Agosto, festividad de ls popularísima verbana de la Paloma, acontecimiento y entretenimiento ineludible para las clases populares (el proletariado en terminología marxista), durante el siglo XIX.
Si la nobleza y la burguesía asistían a la ópera en el Teatro Real, o a la temporada teatral del Español, la comedia o el María Guerreo, el pueblo asístía a las funciones del Apolo. Sin proponérselo, en este sainete de celos mal reprimidos y achares, ambos artistas dieron una muestra de la lucha de clases y de la explotación del proletariado por parte de la burguesía, representada por don Hilarión, el boticario (hoy sería un empresario), Julían, el obrero cajista con conciencia, que ve como su novia Susana y su prima Casta, casi proletarias desclasadas, sufren el acoso del boticario; la tia Rita, propietaria de una taberna (un bar de copas sería ahora), donde Felipe ahoga sus penas.
Por último la tía Antonia, proletaria analfabeta, gozosa de que sus virginales sobrinas sean objeto de las atenciones del rijoso don Hilarión. Al final todo acaba como tiene que acabar, con la intervención de los cuerpos y fuerzas de seguridad, cuando el proletario cajista intenta agredir al empresario que quiere levantarle a su chica. Todo transcurre en el día de la virgen de la Paloma, a cuya verbena acudía el pueblo de Madrid, para rezarle a la virgen, comer chocolate con churros o buñuelos, y bailar chotises, polkas y mazurkas.
El traje conocido como de "chulapa" en realidad es el vestido de los domingo de las madrileñas de los estratos populares, mientras que aristócratas y burguesas seguìan la moda francesa, Bueno, pues a este "drama" social Bretón le doto de la música más inspirada, habiendole transcendido, y convirtiéndose en una música del pueblo, que aparentemente carece de autor "conocido". Los números musicales son concisos, la obra es muy breve, pero con una construcción soberbia, adaptando las formas de la zarzuela grande, incluso de la ópera.
Desde el brillantísimo preludio se suceden ensembles,como conjunto de don Hilarión y sus colegas comentando las bondades del agua de Loeches como laxante, adelantándose unos años a Les Luthiers, bailables, los famosos cuples de don Hilarión, donde se describe su espíritu libidinosillo ("Una morena y una rubia", y donde se confiesa consumidor de ¡opio!), la escena del café cantante, y el archifamosísimo coro "Por la virgen de la Paloma", y el duo "¿Dónde vas con mantón de Manila?", donde Felipe y la Susana montan una bonita escena de celos.
Es dificil hallar otra obra en la zarzuela donde todos lo números pertenezcan ya al acervo popular; la otra es La Revoltosa de Ruperto Chapí. Y aunque los tiempos han cambiado la verbena de la Paloma sigue contando con el favor de los madrileños de siempre, más o menos, y los recien llegados. Ya no es sólo una fiesta de las clases populares, sino que acude gente de todos los niveles, desde pijos, gente del barrio, contraculturales, antisistemas, etc.
Muchos vienen por devoción y seguir manteniendo las tradiciones, otros muchos al reclamo de la juerga y la jarana con los muchos chiringuintos que estos días pueden ocupar las aceras.
El chotis y la mazurka ya no se escuchan, apagados por los sones caribeños, del house, el bakalao y ruidos afines, aunque haya concursos de chotis y mantones de manila en la plaza de la Paja-Las calles más próximas a la basilicas se adornan con farolillos, cadenetas, mantones, imágenes de la Virgen. Por unos días aquel cuadro de la Verbena se revive.
Por la mañana del 15 ha habido ofrenda floral a la virgen, misa solemne, y elección de don Hilarión, la Casta y la Susana. Pocos personajes de una obra de ficción han tenido una vida real tan centenaria. Sólo algunos pocos, demasiado pocos, es cierto, se atavían como Felipe la Casta y la Susana.
Los churros, el chocolate y el anís, conviven con los mojitos, los daikiris, los minis de cerveza, las parrillas de chorizo y panceta. Al tardecer la Virgen pasaba por La Latina, donde antes era especialmente festejada al paso del Teatro, donde Lina Morgan ornaba de flores. Mucha gente sigue asistiendo, por devoción, por costumbre, por arrimo de la fiesta. El cuadro de la Virgen, de un barrio humilde y obrero, sigue teniendo un atractivo enorme para todos los madrileños, independientemente de su nivel de fe.
A lo largo de los años se ha salvado milagrosamente de peligros y amenazas y sigue protegiendo a sus hijos sin distinción.
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