Le blog de Kamalus

J. L. Gamallo. La situación estratégica de Madrid, en el centro de la Península, permite realizar excursiones a lugares próximos de gran interés histórico, artístico, cultural, paisajístico, etc. A más o menos una hora de coche hay tres ciudades de visita obligatorio para cualquier viajero que esté en Madrid, Segovia, Ávila y Toledo, especialmente ésta última, aunque un día es demasiado poco para poder visitar el pavoroso patrimonio artístico de la ciudad imperial.

J. L. Gamallo. Parece que durante el verano no se deberían de producir grandes noticias de relieve, pero no es así. Parece como si el calor exacerbara a determinados individuos, y en la pacífica, avanzada, progresista y modernísimo Noruega ha ocurrido un terrible acontecimiento de pesadilla, de esos que nos parece que sólo pueden ocurrir en países violentos, como USA, o especialmente conflictivos y belicosos como Afganistán o Irak.

J. L. Gamallo. A finales de los ochenta hubo una intranscedente canción "Vaya, vaya, aquí no hay playa", del grupo ya desaparecido de Los Refrescos, donde descaradamente nos decía a los madrileños que podíamos tener de todo, la movida municipal, el Retiro, el Museo del Prado, el Ateneo, la Moncloa, etc., pero al llegar el verano en Madrid no teníamos playa, un hecho incontrovertible e irreversible.

J. L. Gamallo. Uno de los edificios más impresionantes y, tal vez, menos conocidos de Madrid es el Cuartel de los Guardias de Corps, más conocido com odel  Conde-Duque, que se eleva detrás del Palacio de Liria. Junto con el Hospicio de San Fernando y el puente de Toledo, conforma la trilogía de obras maestras del gran arquitecto madrileño Pedro de Ribera (1681-1742), alumno de Churriguera y Ardemans.

J. L Gamallo. Bueno, pues ya en Madrid ya tenemos nuestro boulevard de la Fama en plan doméstico y castizo. No deja de ser paradójico y curioso que nuestras casi nada glamurosas stars cinematográficas, en las que una de sus características más primordiales es de practicar un antiamericanismo primario, procuren imitar de manera casi obsesiva los usos de la odiada superpotencia.

J. L. Gamallo. Sin temor a equivocarse, Madrid es una de las capitales europeas con mayor números de jardines, parques y espacios verdes de varida singularidad. Pero claro, no siempre fue así. Durante el medievo la situación estaba para pocos jardines. Ya existían los bosques de El Pardo, aunque eran un lugar agreste, pero era un coto real, una de las causas de visitas de los Reyes a Madrid, donde moriría Enrique IV a finales del siglo XV.

J. L. Gamallo. El 15 de mayo la villa y corte de Madrid celebra sus fiestas patronales en honor de su venerado patrono San Isidro Labrador, seguramente el primer madrileño en alcanzar la fama y las glorias celestiales. Con el crecimiento de Madrid, sus fiestas patronales han quedado un tanto desdibujadas.

J.L. Gamallo. Uno de los acontecimientos más significativos de la historia reciente de Madrid ocurrieron hace unos doscientos años, cuando, de una manera sorprendente, el pueblo de Madrid se alzó contra el ejército francés, que prácticamente había ocupado toda España, dentro de los planes de Napoleón de establecer un bloqueo continental contra Gran Bretaña, la única potencia europea que se oponía a sus designios.

J. L. Gamallo. No queda más remedio que reconocer que la Semana Santa madrileña no es, con mucho, de las más famosas y conocidas de España. No se puede comparar con la de Sevilla o la de Valladolid, por poner los ejemplos más extremos entre la Semana de Pasión a la andaluza o a la castellana. Pero no por eso nuestra Semana Santa carece de interés, y al visitante que le coincida su estancia en la capital podrá asistir, ya sea por curiosidad o por devoción a algunos interesantes y bellos desfiles procesionales.

J. L. Gamallo. En la madrileña plaza de Cibeles, en la esquina entre el paseo del Prado y la calle de Alcalá, se eleva un edificio de colosal envergadura, que causa un gran impacto a quien lo admira por primera vez. Cuando el visitante preguntaba que era aquella construcción colosal, y se le respondía que la Oficia de Correos no salía, lógicamente de su asombra, y volvia a preguntar: ¿Y antes?, pues lo mismo, una estafeta postal. Fue construido entre 1907 y 1909 como la Sede de Correos y Telégrafos, siendo sus autores Alberto Palacios y Joaquín Otamendi.